“Sesiones para una vida sin atajos”

Por Lola T.


Hay días en que el alma se pone incómoda. No se trata de grandes crisis, ni de rupturas espectaculares —esas que generan likes y copas de vino entre amigas—. Me refiero a ese silencio molesto que se instala entre lo que uno vive y lo que uno desea. A esa sensación de estar funcionando, pero no viviendo. ¿Te suena?

En un mundo que nos quiere eficientes, productivos y optimistas, sentarse a hablar de lo que no encaja, de lo que duele o simplemente no encuentra nombre, es casi un acto de resistencia. Una pequeña revolución íntima.

Las sesiones —sí, esas que algunos confunden con coaching, terapia o filosofía de café— no son un espacio para corregir lo que está “mal”, sino para escuchar lo que aún no fue dicho. No hay fórmulas. Hay pausas. No hay diagnóstico. Hay presencia. Y una pregunta: ¿desde dónde estás viviendo tu vida?

Esta propuesta, llamada Acompañamiento Existencial Integrativo, no pretende salvarte de nada. Ni siquiera promete respuestas. Lo que ofrece es un espacio denso y respirable, a la vez, donde puedes empezar a narrarte de nuevo. Sin apuros. Sin máscaras. Sin la necesidad de ser brillante o funcional. Sólo tú, en lo que eres y en lo que aún no sabes que podrías ser.

No está dirigida a “personas con problemas” (aunque ¿quién no los tiene?), sino a quienes ya intuyen que hay algo más que el loop diario. A quienes han tenido éxito, y aun así sienten que algo les falta. A los que se cuestionan sus vínculos, sus lealtades, sus decisiones afectivas o profesionales. A los que no están rotos, pero sí un poco desorientados. En fin: a los que buscan un modo más lúcido de habitarse.

Y sí, puede que en ese proceso aparezcan preguntas incómodas:
¿Para quién estoy sosteniendo esta versión de mí?
¿Cuánto de lo que digo que quiero, es realmente mío?
¿Desde qué lugar me relaciono con el deseo, el poder, el silencio?

Las sesiones son un espejo sin juicio.
Una invitación a desmontar narrativas heredadas.
A preguntarte si todavía te pertenecen.

No hay iluminación final. Lo que hay es una práctica: volver a ti. Volver a tu voz. Volver a esa parte interna que sabe, incluso cuando no puede explicar. Porque a veces, lo más transformador no es entender… es escuchar sin defenderse.

Y entonces sí, quizás un día —en medio de una galería, una madrugada solitaria o una conversación cualquiera— te sorprendas respondiendo desde otro lugar. Un lugar más tuyo. Más libre. Más vivo.

Lola T,

Licd en Filosofia, Mentora y Consultora Humanista.

www.dolorestorres.com

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